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La historia arde en París


Muchos siglos de historia, francesa y europea, ardieron ayer en pocas horas en París, provocando una conmoción a escala planetaria, no sólo entre los católicos. El pavoroso incendio en la catedral de Notre Dame, uno de los principales monumentos de Francia, joya del gótico y con casi 14 millones de visitantes al año, dejó al país incrédulo y muy triste por la cadena de fatalidades que han golpeado la capital y el país en los últimos años.

Poco después de las 11 de la noche, el responsable de los bomberos, el general Jean-Claude Gallet, dijo que la estructura exterior, incluida la fachada principal, con sus dos torres, se salvaría. Pero mientras hablaba, las llamas aún surgían de las entrañas del templo, por lo que los daños serán enormes, incalculables. Aunque algunas de las obras de arte más valiosas fueron puestas a salvo, se teme que se hayan perdido muchas piezas, pinturas, esculturas, objetos de orfebrería, un patrimonio histórico irrecuperable.


El incendio se declaró sobre las 18.50 horas, cerca del tejado, donde había instalados unos grandes andamios para unas obras de restauración de envergadura. Por tanto, la hipótesis provisional que se baraja sobre las causas del siniestro es que algún elemento, material o máquina relacionado con esas obras hubiera podido desencadenar el incendio, por razones fortuitas. El arquitecto responsable declaró, no obstante, que no había operarios cuando ocurrieron los hechos. Tampoco hay noticia de que haya heridos. La Fiscalía de París ha abierto una investigación.

La propagación de las llamas fue muy rápida. La columna de humo llegó a ser visible desde toda la ciudad. Los 500 bomberos participantes en las operaciones tuvieron muchas dificultades para trabajar, sobre todo al principio, dado que sus escaleras no van más allá de los 30 metros. Ver a un único bombero, en lo alto del brazo articulado de una grúa, con la manguera, lanzando agua hacia el interior de la catedral, dio una sensación de impotencia, de un desastre fuera de control en las horas cruciales que sirvieron para que el fuego ganara potencial .Las características estructurales y el contenido de una catedral gótica complicaron las labores. Un momento dramático fue cuando se derrumbó la aguja principal. Un portavoz de los bomberos dijo que el trabajo de extinción en el interior estaba siendo más eficaz que el exterior. No se sabe si las vidrieras han resistido. La prioridad era proteger la fachada principal y las torres, objetivo que se logró.


La zona fue de inmediato evacuada y acordonada, y se hizo un llamamiento a la población para que evitara desplazarse a la Île de la Cité, la isla en medio del Sena donde se halla el templo. Se calcula que en la catedral había unas 2.000 personas. Muchas de ellas pasaron a contemplar el espectáculo desde los puentes del río.

El presidente de la República, Emmanuel Macron, anuló la importante declaración radiotelevisada que debía realizar a las 20 horas para anunciar nuevas medidas ante la crisis de los chalecos amarillos. Después se dirigió hacia la zona de la catedral. También lo hicieron el primer ministro, Édouard Philippe, y la alcaldesa Anne Hidalgo.

La primera reacción del jefe de Estado fue a través de un tuit. Macron destacó la “emoción de toda la nación” ante la imagen de la catedral en llamas y dijo que su pensamiento se dirigía “a todos los católicos y todos los franceses”. “Como todos nuestros compatriotas, estoy triste esta tarde de ver quemarse una parte de nosotros”. Más tarde, ya in situ, Macron realizó una promesa solemne: “La reconstruiremos. Reconstruiremos Notre Dame porque es lo que los franceses esperan, lo que nuestra historia merece, nuestro destino profundo”. También anunció una colecta nacional e internacional.

Es obvio que el incendio de Notre Dame, en plena Semana Santa, se ha producido en un momento político y social muy delicado. El siniestro ha sido un golpe adicional, de indudable potencia simbólica, a la autoestima francesa. La catedral ha sido protagonista de obras literarias (Víctor Hugo) y de funerales de Estado –de De Gaulle, Pompidou, Mitterrand y otras figuras–, de la coronación como emperador de Napoleón. Las guerras y las revoluciones la habían respetado.

Si hace unas semanas, durante las manifestaciones de protesta, París ofreció al mundo imágenes inquietantes de vehículos y locales incendiados, durante las manifestaciones, y de comercios saqueados y destrozados, en los Campos Elíseos, ahora es la catedral la que ha ardido. Es una triste concatenación de noticias y de fotos impactantes, sólo pocos años después de los atentados terroristas contra la redacción del semanario Charlie Hebdo, contra la sala de conciertos Bataclan y otros lugares concurridos.


Más allá de las declaraciones de consternación, con el fuego aún vivo, comenzaba a hablarse ya de reconstrucción. La Unesco, que cataloga Notre Dame como patrimonio de la humanidad, ofreció toda su ayuda. El presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, habló de “Notre Dame de toda Europa”, para exteriorizar su solidaridad con Francia y con París. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tuvo una de sus habituales salidas de tono y pretendió dar consejos. Sugirió que los bomberos se equivocaban. “Es horrible ver el tremendo fuego en la catedral de Notre Dame de París”, escribió en un tuit, y añadió: “Quizás podrían usarse aviones cisterna para apagarlo. ¡Se debe actuar con rapidez!” Un portavoz de los bomberos y el secretario de Estado de Seguridad explicaron que lanzar toneladas de agua desde aviones, a gran velocidad, podría provocar el derrumbe de las partes aún en pie.




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