Estudiantes de arquitectura le construyen la casa a una mujer que perdió todo en un incendio.
Fue diseñada por un grupo de estudiantes para una profesora de música. Es un módulo no inundable, sintético y liviano, económico y de construcción rápida.
Laura es profesora de música para chicos con discapacidad. Vivía en una casa de madera en el Delta del Paraná. Una tarde de setiembre de 2017 -mientras estaba dando clase- vio a su casa convertida en cenizas, producto de un incendio intencional.
Laura se inscribió en un programa de asistencia que el municipio de Tigre ofrece en conjunto con la Facultad de Arquitectura, Diseño, Arte y Urbanismo de la Universidad de Morón, llamado Programa Académico de Asistencia Federal (o PAAF).
Así, un equipo de estudiantes de arquitectura, por entonces conformado por Florencia Cóppola, Giuliana Zalazar, Mariano Lima, Nathalí Rusterholz y Luis Seoane, tuvo el desafío de diseñar, proyectar, gestionar y construir un módulo de vivienda social para el Delta. La bautizaron “Casa para Laura”.
"Entendiendo las características del Delta -explica el hoy arquitecto Luis Seoane, quien junto con sus compañeros se recibió con este proyecto como trabajo final-, diseñamos un sistema constructivo prefabricado. Este sistema debía incorporar un concepto muy importante, el de ‘proyecto potencial’, lo que para nosotros significa crear una pieza arquitectónica que sea una oportunidad para el usuario, que tenga la posibilidad de expandirse o modificarse fácilmente y a bajo costo”.
El sistema está constituido por una “metaestructura o estructura primaria” en módulos de 3 por 3 metros. Un primer sector de esta estructura recibe el cerramiento para conformar la vivienda, en tanto que un segundo sector, con la estructura a la vista, funciona como semi cubierto y que permitiría ampliar la vivienda a futuro. “La idea responde a los conceptos de flexibilidad y repetibilidad -explica Seoane-, ya que al ser tan sencilla su ejecución es fácilmente reproducible y las dimensiones del módulo permiten el cambio de uso o seguir adicionando módulos a la estructura principal”.
Por otro lado, el proyecto tenía que dar respuesta al problema de las inundaciones. La cota máxima en la isla es de 1,50 metros, pero se tomó la decisión de elevar la vivienda a 2,40 metros para que permitiera hacer uso activo de la planta baja, ya que la vida en el Delta tiene que ver con la relación con el exterior y el entorno natural. “Así generamos tres espacios diferentes: un espacio de ingreso y disfrute (deck), otro de servicio y un tercer espacio potencial de futura expansión”.
Con respecto a la materialidad del módulo, los autores eligieron productos livianos, debido a que tenían que ser de fácil traslado hasta la isla, además de la baja capacidad portante del suelo. “Elegimos como material estructural perfiles PGC de acero, debido a que su liviandad nos ayudaría a reducir el volumen de material que íbamos a necesitar. Y como teníamos que acortar los tiempos y agilizar la construcción, el módulo debía ser prefabricado en un taller (3 meses) y ensamblarse en la isla durante 10 días, de manera de optimizar el plazo constructivo en general”.
Por las elevadas temperaturas de verano, los proyectistas decidieron colocar parasoles exteriores, con una particularidad notable. “Aprovechamos la propia vegetación del lugar para el diseño de ‘parasoles vegetales’, que son básicamente paneles de mallas electro soldadas sobre los cuales la vegetación puede trepar y generar sombra. Estos paneles no sólo funcionan como parasoles sino también como cerramientos, delimitando en planta baja los sectores y ayudando a conformar el acceso del módulo”.
En cuanto a la implantación, los autores ubicaron el módulo en un cuadrante del frente del terreno, para no modificar la esencia del lugar, una porción del lote que, además, es la parte más elevada.
“Con respecto al diseño -explican los autores-, el módulo presenta una arquitectura muy permeable y liviana. Está dividido en dos niveles: una planta baja activa donde encontramos el acceso y estar, el sector de servicio con los tanques de agua y un segundo nivel más privado, donde encontramos un nuevo deck fuertemente relacionado con el entorno, lugar potencial para cerrar y ampliar la superficie cubierta de la vivienda. Y por último encontramos la vivienda propiamente dicha, el lugar donde se vive. Es una planta muy sintética, de 18 m2, conformada por un espacio libre donde se dan las funciones de estar, comer y dormir, más un segundo sector de servicio”.
Laura había vendido el terreno de su casa incendiada para comprar otro lote en otra isla, alejada de aquella tragedia. En diciembre, se mudó a su nueva vivienda.
Proyecto. Florencia Cóppola, Giuliana Zalazar, Mariano Lima, Nathalí Rusterholz, Luis Seoane Superficie. 36 m2 Año. 2018
Fuente: Clarín
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